“Pablo, apóstol de Jesucristo
por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, a los santos y fieles hermanos
en Cristo que están en Colosas: Gracia y paz sean a vosotros, de Dios nuestro
Padre y del Señor Jesucristo.
Siempre orando por vosotros,
damos gracias a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, habiendo oído de
vuestra fe en Cristo Jesús, y del amor que tenéis a todos los santos, a causa
de la esperanza que os está guardada en los cielos, de la cual ya habéis oído
por la palabra verdadera del evangelio, que ha llegado hasta vosotros, así como
a todo el mundo, y lleva fruto y crece también en vosotros, desde el día que
oísteis y conocisteis la gracia de Dios en verdad, como lo habéis aprendido de
Epafras, nuestro
consiervo amado, que es un fiel ministro de Cristo para vosotros, quien también
nos ha declarado vuestro amor en el Espíritu.
Por lo cual también nosotros,
desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que
seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia
espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo,
llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; fortalecidos
con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y
longanimidad.”
COLOSENSES 1:1-11
(RV1960)
A
Jairo le inquieta la vida cristiana, su primer contacto con las enseñanzas del
Señor Jesús ocurrió una tarde que regresaba a casa del trabajo. Buscaba una
estación de radio agradable y de pronto le llamó la atención un expositor. Lo
dejó ahí. El hombre dio una dirección urbana y anunció que el domingo siguiente
tendrían reunión después de las nueve de la mañana.
Comenzó
a asistir pero pronto su sed de aprender le llevó a escuchar a un predicador
que se llamaba asimismo la “encarnación humana de Jesucristo”, sustentaba sus
tesis con Escrituras y le pareció interesante seguirlo a él. Pronto estaba
inmerso en las propuestas heréticas.
Su
fidelidad a esa corriente religiosa le duró hasta que oyó hablar de una
denominación en la que todos los asistentes, recibían “profecía” y podían
conocer qué ocurriría. Le sonó sumamente interesante y se dijo: “¿Por qué no
experimentar?” Y allí estuvo por un tiempo.
Hoy
Jairo recorre las calles con una organización que tiene su propia versión de la
Biblia, distribuye revistas, cree que el Espíritu Santo es una “fuerza activa”
y niega que Jesucristo sea Dios.
¿Adónde
ir?
Usted
se preguntará: “En medio de tantas corrientes religiosas, ¿adónde ir?”.
Es
un interrogante comprensible porque se han levantado sinnúmero de filosofías y
enseñanzas que pretenden ser cristianas y que conducen al error.
Encontrar
el camino correcto comienza con una búsqueda sincera de Dios a través de la
oración y el estudio sistemático de la Biblia. Es tanto como regresar a la
fuente primaria, no contaminada, que proviene de lo alto. Al fin y al cabo en
la redacción de los libros sagrados intervinieron hombres inspirados por Dios.
“Toda
la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para
corregir, para instruir en justicia.”
2
TIMOTEO 3:16 (RV1960)
“Porque
nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres
de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.”
2 PEDRO 1:21 (RV1960)
Para
orientarnos con fundamento en esa brújula que nos guía en el sendero apropiado,
le invito para que estudiemos unos cuantos versículos de la carta del apóstol
Pablo a los Colosenses. Se trata de una epístola escrita cuando estaba en la
cárcel de Roma, hacia el año 62 d.C.
La
iglesia enfrentaba múltiples errores de orden doctrinal en las que intervenían
los planteamientos del gnosticismo y de la filosofía secular. Era necesaria la
intervención de este siervo para poner las cosas en orden.
Colosas
era una ciudad de Asia Menor, próxima a Laodicea que se vio afectada positivamente
con el escrito “Saludad a los hermanos
que están en Loadicea, y a Ninfas y a la iglesia que está en su casa.” COLOSENSES 4:15 (RV1960), 160 kilómetros al este de
Éfeso.
Fue
fundada sobre las márgenes del río Licos, y si bien es cierto no era tan
popular como Laodicea, jugaba un papel importante por tratarse de un centro
comercial. Fue poblada por numerosos judíos cuando se produjo la persecución de
los Antíocos III y IV, 200 años antes de Cristo.
Ahora,
usted se preguntará, ¿cuál era el
problema? Que al agnosticismo que estaba en boga preconizaba que para ser
aceptado por Dios se necesitaba cierto conocimiento especial; de igual manera
se habían infiltrado doctrinas según las cuales los ángeles jugaban un papel
determinante para tener un acercamiento a Dios. El apóstol Pablo enseña
entonces que Cristo pagó por el pecado del hombre; nos reconcilió con Dios, y
nos da el modelo y el poder para crecer espiritualmente.
Junto
con las epístolas a los Filipenses, los Efesios y Filemón, la de Colosenses es
una de las que se conoce como “cartas del
cautiverio” porque el apóstol Pablo estaba preso en Roma.
El
llamamiento al ministerio
Le
invito para que estudiemos la carta del apóstol Pablo a los Colosenses, en el
capítulo 1; pero antes, tomemos nota de las siguientes historias:
Bernardo
pastorea una congregación de veinte personas en los suburbios de Santiago de
Cali. No tienen sillas sino unas butacas de madera y una mesa, bastante
desconchada, hace las veces de púlpito. En ocasiones las ofrendas que se
recoger le alcanzan a duras penas para transportarse hasta su casa. Durante la
semana trabaja vendiendo calzado, en el centro de la ciudad. Dice que soporta
esta situación, desde hace cuatro años, porque siente un sincero llamamiento de
Dios a servir en su obra.
Por su parte
Rodrigo trabaja pero donde ve dinero. Se considera un excelente pastor y por
tanto, congregación que requiera sus servicios, se lleva un ministro de lujo a
la nómina. En este momento no está vinculado a ninguna iglesia porque —para ser
sincero— no han podido pagarle lo que vale su trabajo.
Dos
historias que ilustran a quien realmente ha sido llamado por Dios a servirle en
la extensión del reino, y aquél que es “voluntario”,
es decir, que por la búsqueda de estatus, vinculación laboral o simplemente
embelequería, se involucran en el pastorado o en el liderazgo.
Cabe
preguntarnos, ¿Realmente has sido llamado
por Dios para servirle? Sin duda Él te llama a vivir en Cristo, pero ¿sientes que fuiste convocado a pastorear o
estar al frente de un ministerio?
El
apóstol Pablo estaba consciente de este llamamiento y escribió: “Pablo, apóstol
de Jesucristo por la voluntad de Dios” (versículo 1 a).
El
término “apóstol” significa “elegido y enviado”, de ahí que debemos examinarnos
para determinar si en efecto sentimos ese llamamiento. La evaluación nos dará
una explicación de por qué razón, tal vez, no estamos dando lo mejor de nosotros.
Intercediendo
por las almas
Quien
realmente ha sido “llamado” por Dios
y no está como “voluntario” en la
obra, se preocupa por las almas que tiene a cargo. El apóstol Pablo es un
ejemplo de lo que acabamos de decir ya que escribe a los creyentes de Colosas:
“Siempre orando por vosotros…” (Versículo 3).
Clamar
por los hijos espirituales es una actitud constante; es pararnos en la brecha
por los creyentes. Las oraciones se orientan a que reciban protección divina,
que experimenten crecimiento espiritual y también de Dios (véase el versículo 9), entre otros motivos.
Fe
en Dios, igual a testimonio
Si
le comparto la historia de Gregorio Suárez, el borracho de San Pachusco, un
pueblecito al norte de Trujillo, en el Perú, usted comprenderá la estrecha
relación entre la fe en Dios y el testimonio.
Este hombre
era tremendo, pero cuando conoció a Jesucristo como Señor y Salvador, se
produjo en su ser una transformación que se hizo notorias a todos. Hoy es
conocido como un cristiano experimentado que busca aprender más y más de Él
cada día, mientras lleva unas excelentes relaciones interpersonales.
Este
asunto fue abordado por el apóstol Pablo cuando escribió: “…habiendo oído de
vuestra fe en Cristo Jesús” (versículo 4 a).
Al
creer en el Hijo de Dios, permitiendo que Él obrara en ellos, se produjeron
cambios notables a tal punto que sigue escribiendo: “…y del amor que tenéis a
todos los santos” (versículo 4 b).
Quien
ama a Dios necesariamente ama a su prójimo porque ve en él a alguien por quien
Jesús murió en la cruz. El Espíritu Santo que mora en nosotros nos lleva a
experimentar ese amor (véase el versículo 8).
El
proceso transformador se desencadena cuando recibimos el evangelio
transformador de Jesucristo (versículos 5 al 7).
En
la voluntad de Dios
Siempre
me han sorprendido los pilotos. Su capacidad de conducir un avión de una ciudad
a otra con decenas de pasajeros a cargo. Ellos cumplen una misión y están
sujetos a unas normas. No podemos concebir un piloto que lleve la aeronave al
destino que él quiere. Siempre hay un punto final especificado con antelación,
en el que debe aterrizar.
Igual
el cristiano. No nacimos para movernos como queremos sino para Dios. Al conocer
Su voluntad, nos movemos en ella y le somos agradables, como escribe el apóstol
Pablo: “…para que andéis como es digno del Señor…” (Versículo
10 a). Si estamos en el centro mismo de la voluntad de nuestro amado
Padre, llevaremos fruto: “…agradándole en todo, llevando fruto en toda buena
obra…” (Versículo 10 b).
La
verdadera fuente de poder
Cuando
nos volcamos al estudio cuidadoso del primer capítulo de la carta del apóstol
Pablo a los Colosenses, aprendemos principios interesantes. Uno de ellos, que
no debemos luchar en nuestras fuerzas sino en las de Dios, porque de Él
proviene nuestro poder.
El
autor sagrado escribió: “Fortalecido con todo poder, conforme a la potencia de
su gloria” (versículo 11 a).
¿Para qué ese poder? para superar las pruebas y
para mantenernos perseverantes en el andar cristiano… La vida cristiana se
compone de principios que vamos aprendiendo y los cuales, una vez
interiorizados, se hacen poderosos en nuestro ser y nos llevan a crecer y
fortalecernos para llevar fruto.