martes, 3 de diciembre de 2019

Lo que descubrí el día que grité al cielo


Lo que descubrí el día que grité al cielo:
ESTOY HARTO DE LAS PRUEBAS


Dios me llevo al desierto.
Se dice fácil, pero la experiencia es digna de una película de Hollywood.
Confieso que no quería ir allí. 
Confieso que desde el primer momento el intenso calor y la soledad hicieron que detestara ese lugar.
“Te pondré a prueba” me dijo el Señor. 
Sucumbí ante esas palabras.
¿Pruebas? Yo no necesitaba pruebas, quería Milagros.
“Es lo peor que te puede ocurrir”, “hay pruebas que duran toda la vida”, “te hacen sufrir y si es posible te asesinan”.
Los comentarios sobre las Pruebas no eran nada motivantes.
Me entristecí. Me enoje, me deprimí y grite, todo en ese mismo orden.
Grite al cielo: “¡Estoy harto de las Pruebas!”
Pero el imponente cielo guardo silencio.
Intente huir de allí.
Llore amargamente por varios días esperando que alguien se compadeciera de mí.
Le ofrecí dinero al Cielo.
Intente comprar un viaje del desierto al paraíso.
Pero todo fue inútil.
La decisión Divina sobre mi vida había sido tomada.
“Es necesario y lo hago por Amor a ti.” afirmo el Señor, mientras mi corazón se ensuciaba con la arena desértica de la depresión y del resentimiento.
Pensé que no era justo.
Pensé que los desiertos deberían estar destinados para la gente malvada y no para gente buena como yo. 
Pensé que Dios se había equivocado.
Pensé que en cualquier momento vendría una contra orden del Cielo que pondría en orden mi vida.
Pensé que enviarían un Ángel a ofrecerme disculpas por semejante error.
El Ángel Gabriel me parecía el indicado para cumplir esa misión.
Pero descubrí que Dios no acepta sobornos.
Pero descubrí que mi concepto de “justicia” es MUY diferente al concepto Divino.
Y descubrí que el desierto es un lugar donde te encuentras cara a cara con la Verdad.
Esa Verdad que te hace Libre.
Pensé que Dios quería asesinarme.
Pensé que el Señor estaba molesto conmigo.
Pensé que el Creador había perdido el control de mi vida.
Pero estaba muy equivocado.
La prueba descubrió mi verdadero “yo”.
La prueba me mostró que estaba viviendo en un “simulador espiritual”.
La Prueba revelo mis verdaderas intenciones cuando diezmaba y cantaba en la Iglesia.
Ese desierto me hizo madurar.
“Te enseñare a Vivir.” afirmo Dios con una Voz tan dulce y poderosa que me hizo llorar.
La Prueba forjó mi capacidad de Amar.
La Prueba me mostró mi debilidad ante las mujeres prohibidas.
La Prueba revelo que estaba más lleno de mí mismo que de cualquier otra cosa.
Ese desierto asesinó lo negativo en mi vida.
“Te revelare las profundidades de la Vida” escuche decir al Todopoderoso desde los Cielos.
La Prueba me enseñó a Confiar aun cuando mis ojos no vieran absolutamente NADA.
La Prueba me enseñó a Valorar lo realmente importante.
La Prueba me mostró el Poder de la Palabra de Dios.
Ese desierto me enseñó a Orar.
“Aun debo enseñarte lo más importante” dijo la inconfundible Voz del Creador.
Entonces ocurrió.
Descubrí la realidad del Espíritu Santo.
Descubrí que nada se compara con Su amistad y poder.
Descubrí que todo lo que anhelaba en mi vida, lo tenía Él.
Descubrí que, solo eliminando mi presencia, podría disfrutar la Suya.
Descubrí que hablar con el Espíritu Santo a diario, era la respuesta a TODO.
Ese desierto me dio Vida. En el desierto aprendí a Amar, a Valorar las cosas simples: un plato de comida sobre la mesa, una cama caliente en las noches, un “Te Amo” de mi esposa, unos ojos para contemplar mi alrededor, una meta que alcanzar, y poder salir a un buen restaurante con mi familia.
Esa prueba temporal cambio mi vida.
Esa Prueba me dio la Victoria, sobre todo.
Esa Prueba cambio mi odio en Amor.
Esa Prueba me dio el carácter para Liderar un Ministerio.
Ese desierto me salvo del infierno.
Ese desierto me permitió Conocer personalmente a JESÚS.
En el desierto, en esa soledad aprendí a escuchar la Voz de Dios.
En el desierto murió un hombre y nació un Guerrero.
En el desierto murió un ser humano y nació un Hijo de Dios.
“Cumpliste el Propósito de tu prueba” afirmo mi Padre con una carcajada de Gozo que hizo retumbar los Cielos y el mismo infierno.
Yo sonreí abiertamente, por primera vez en mi vida tenía PAZ.
Doble rodillas y Agradecí con lágrimas por ese desierto.
Y pedí perdón, por haber gritado un día: “¡Estoy harto de tantas pruebas!”


“Esto pasó el tiempo en el que YO pasé por el desierto”


Dios te bendiga por haber leído hasta el final
Tu hermano en cristo: Luis Edgardo Aldana

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